El resurgir laboral de las mujeres

Vivimos en un entorno laboral con marcada discriminación de género. Explorar las razones detrás de esta situación llevaría tiempo y extensas páginas. Por lo tanto, prefiero enfocarme en lo que ha venido ocurriendo en la última década. Desde mi perspectiva, las mujeres están experimentando una justa revancha en el ámbito laboral. La tradicional figura del hombre proveedor, un vestigio prehistórico, encargado de ganar el sustento para su pareja e hijos, está desmoronándose, incluso en regiones tercermundistas como la nuestra.

Las diversas economías, en muchos casos apremiantes para sobrevivir con un solo ingreso, han obligado a las mujeres a contribuir con más ingresos para el bienestar económico familiar, ya sea desde el hogar o fuera de él. Al ingresar de manera forzada al ámbito laboral, las mujeres han descubierto tres aspectos fundamentales: 1) su capacidad para competir en igualdad de condiciones con los hombres en diversas tareas; 2) la posibilidad de generar su propio ingreso económico, considerado como la base de la verdadera independencia femenina; 3) y, lo más crucial, han descubierto habilidades clave para ciertos trabajos en el competitivo mundo actual, habilidades que desarrollaron durante períodos históricos de limitación.

Específicamente, me refiero a las habilidades de comunicación y negociación, técnicamente conocidas como «Servicio al Cliente» y «Ventas». Aunque pueda parecer un tema doméstico, es ilustrativo. En un mundo históricamente machista, la mujer tenía el papel de servir a los demás, no solo a su familia sino también a las visitas. Esta capacidad de servir sin discriminar se aprendía desde la infancia en los hogares.

La segunda habilidad, la capacidad de llegar a acuerdos, se desarrolla a partir de dos fuentes de aprendizaje obligatorio. En primer lugar, los hombres, especialmente en ciertas edades, tienden a resolver conflictos más con violencia física que con palabras. Las mujeres, por otro lado, suelen recurrir a la comunicación, salvo excepciones, para llegar a acuerdos con otras personas. La segunda fuente de aprendizaje se encuentra en la transición de soltera a casada y luego a madre. En situaciones de conflicto entre los hijos, el hombre macho solía decir frases como «Fíjate qué pasa con tus hijos» o «Arregla ese problema por favor», indicando problemas como el ruido del perro del vecino, la poda excesiva de un árbol por el jardinero o el inexplicable aumento en la factura del agua, que requería un reclamo directo.

En resumen, las mujeres en hogares machistas se volvieron expertas en resolver problemas mediante el diálogo, sin recurrir a la fuerza.

La prehistoria dejó su marca

Curiosamente, esta revancha tiene raíces en la prehistoria, aunque ahora adquiera un protagonismo sorprendente. Hace millones de años, existían homínidos bípedos que, en cierta medida, eran parientes nuestros y parte del origen del hombre.

Los antropólogos que estudiaron las costumbres de estos homínidos y sus evoluciones encontraron algo sorprendente: adoraban a las diosas en sus comunidades. Vasijas de barro muestran la admiración por figuras femeninas con pechos grandes y vientres prominentes, es decir, mujeres embarazadas. La lógica primaria y práctica de nuestros antepasados tenía sentido: las mujeres, además de cazar, pelear, correr y otras actividades compartidas con los hombres, también daban a luz. Eran la fuente de más crías para las tribus. Como se sabe hasta hoy, una tribu con más miembros podía ejercer su supremacía, conquistar y someter a otra por la fuerza.

La imagen del hombre prehistórico golpeando a la mujer y arrastrándola a la cueva es una exageración llevada al ámbito del cómic. Nada está más lejos de la realidad. Prueba de ello es que 9,000 años antes de los escritos de Anatolia, el hombre razonó y comprendió su papel en la procreación.

Sin embargo, según los investigadores, ocurrió un evento revelador que marcó la primera gran brecha de poder masculino. Con la introducción del arado, la historia de la mujer como diosa cambió a la mujer relegada. En ese tiempo, tanto hombres como mujeres arrastraban el arado, ya que no se utilizaban animales todavía. Sin embargo, surgió un problema: las mujeres embarazadas podrían abortar al tirar del arado, lo que significaría perder una cría para la tribu. Así que las mujeres fueron asignadas a tareas como cuidar y organizar las pertenencias de la tribu, educar a las crías, mantener el fuego encendido, etc., lo que hoy entendemos como «tareas domésticas».

Mientras tanto, la función del hombre se redujo a una sola tarea: obtener recursos para la tribu, es decir, cazar. Si observamos un poco de neurobiología, especialmente la creación de neuronas y conexiones en el cerebro, podemos concluir que somos animales sociales. Volviendo a la prehistoria, el tiempo generó diferencias significativas en el cerebro femenino y masculino. Mientras la mujer estaba atenta a varias tareas, desarrolló un pensamiento en red. Por otro lado, el hombre desarrolló un pensamiento paso a paso. Esto se refleja en el hecho de que la corteza prefrontal, conocida como «el ejecutivo del cerebro», es más grande en las mujeres que en los hombres. Por lo tanto, las mujeres captan más detalles del entorno y pueden realizar varias tareas a la vez, mientras que los hombres son más analíticos y expertos en dividir su atención.

En resumen, no hay que atribuir la intuición únicamente a las mujeres. Más bien, las mujeres están genética e históricamente mejor preparadas para tener éxito en el mundo laboral actual, que es altamente competitivo y agresivo, y donde las habilidades de relación y la capacidad para llegar a acuerdos son clave. En este terreno, el procesamiento rápido de información marca la diferencia entre una decisión acertada y el riesgo de un desastre empresarial o comercial.

Las mujeres están marcando tendencias

Cualquiera que no haya notado que las grandes redes relacionales y de trabajo, conocidas como networks, están lideradas por mujeres, está ignorando la realidad o sufre de miopía avanzada

Tendencias y Reflexiones: La Evolución de la Mujer en el Entorno Laboral Actual

La comparativa entre hombres y mujeres en el ámbito laboral ha sido objeto de intensos debates y análisis en la sociedad actual. A medida que las mujeres han irrumpido con fuerza en el mundo laboral, se han destacado por sus habilidades únicas y su capacidad para desempeñarse en diversos roles.

En términos de habilidades de comunicación, se ha observado que las mujeres tienden a destacarse en la creación y mantenimiento de relaciones. La empatía y la escucha activa son características que a menudo se atribuyen a las mujeres, lo que les permite construir conexiones sólidas en entornos laborales colaborativos. Por otro lado, los hombres tienden a destacarse en la resolución analítica de problemas y en la toma de decisiones basada en la lógica.

En cuanto a la gestión del tiempo y la multitarea, las mujeres han demostrado una notable capacidad para llevar a cabo múltiples tareas simultáneamente sin perder eficiencia. Este rasgo se relaciona con la estructura cerebral de las mujeres, que favorece un pensamiento en red y la capacidad de manejar varias actividades al mismo tiempo. Los hombres, por otro lado, a menudo prefieren un enfoque más analítico y secuencial en la realización de tareas.

En el aspecto de la negociación y resolución de conflictos, las mujeres han demostrado ser hábiles para llegar a acuerdos y encontrar soluciones que beneficien a todas las partes involucradas. La empatía y la búsqueda de consenso son aspectos clave en este sentido. Por el contrario, los hombres tienden a recurrir a estrategias más directas y competitivas al enfrentar situaciones conflictivas.

En el ámbito de la toma de decisiones, se ha observado que las mujeres tienden a considerar una gama más amplia de opciones y a tener en cuenta diversos factores antes de llegar a una conclusión. Esta aproximación más holística a menudo se traduce en decisiones bien ponderadas. Por otro lado, los hombres tienden a adoptar un enfoque más directo y enfocado en la acción al tomar decisiones.

Es importante destacar que estas generalizaciones no significan que todos los individuos de un género compartan las mismas características. La diversidad en habilidades y estilos de trabajo es inherente a la individualidad de cada persona, independientemente de su género. La complementariedad de habilidades entre hombres y mujeres es valiosa en el entorno laboral, ya que fomenta la diversidad de pensamiento y enfoques.

En última instancia, la equidad de género en el trabajo implica reconocer y valorar las fortalezas individuales, independientemente del género. La igualdad de oportunidades y la eliminación de estereotipos de género son pasos esenciales para lograr un ambiente laboral más justo y equitativo para todos.

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